El cuidado del adulto mayor: hacia un modelo integral a largo plazo centrado en las necesidades de la persona y su familia.






El envejecimiento de la población se está acelerando en todo el mundo, con un notable incremento de enfermedades crónicas y situaciones de dependencia. De acuerdo a cifras aportadas por La OMS y otros organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo, se calcula que en 2050 se triplicará en América Latina el número de adultos mayores con dependencia funcional. “Dando respuesta a este escenario, diferentes estudios e informes internacionales proponen reorientar los modelos tradicionales de atención hacia modelos integrales basados en la atención, centrada en la persona para quienes precisan de apoyos o cuidados de larga duración. Se plantea entonces el concepto de Atención Integral Centrada en la Persona, el cual promueve las condiciones necesarias para la realización de mejoras en todos los ámbitos de la calidad de vida y el bienestar de la persona, partiendo del respeto pleno a su dignidad y derechos”, afirma la Lic. Mariana Simon, Psicóloga, especialista en Neuropsicología.


¿Cuál es el objetivo de este enfoque en un modelo de atención centrado en la persona y su entorno?


El objetivo fundamental es construir un mundo favorable para los adultos mayores, transformando los modelos tradicionales curativos -que muchas veces se pierden en tecnicismos y generalidades- hacia modelos de atención a largo plazo que se centran en las necesidades y preferencias de las personas mayores, en su autodeterminación, pero que también incluye a las familias y comunidades como actores importantes del proceso. Porque, tradicionalmente, la principal fuente de servicios de atención a los adultos mayores en situación de dependencia ha sido el apoyo informal que proveen los miembros de la familia, principalmente las mujeres. Pero, durante las últimas décadas, las capacidades de las familias para atender directamente a las personas con dependencia se han reducido, hecho que lleva a pensar en la necesidad de la coordinación de este cuidado informal que suministra la familia, con recursos de cuidados formales capacitados.


¿El escenario que se planteó a partid de la pandemia de COVID-19 obligó a una revisión de los sistemas de salud en este aspecto?


Desde años anteriores ya existía una marcada tendencia a dar mayor peso a los servicios de apoyo profesionales en el domicilio, en detrimento de los cuidados en residencias a largo plazo. Con la irrupción de la pandemia SARS COVID-19, el escenario se ha acentuado y ha llevado a la revisión de todos los sistemas de asistencia en salud no solo en la Argentina, sino a nivel mundial.


Dadas estas circunstancias ¿cuáles son las características que deben tener el equipo profesional que aborde la problemática del adulto mayor?


Dadas las actuales circunstancias, el modelo de cuidados a largo plazo centrado en la persona deberá contar con un equipo profesional especializado en el abordaje de la problemática que presenta el adulto mayor, en- tendiendo al mismo como un ser biopsicosocial, hecho que determinará un campo amplio de acción desde una mirada multidisciplinaria, e incluyendo a su vez tres ejes de acción: paciente, familia y cuidadores formales. En este cambio de paradigma de atención, es fundamental el rol del paciente, la fa- milia y cuidadores en la toma de decisiones en relación a la organización de acciones para el presente y futuro de la persona. Los profesionales tienen la enorme responsabilidad de brindar las herramientas para que la persona y familia obtengan el empoderamiento para ser partícipes de este proceso, que involucra el bienestar, la calidad de vida y la optimización terapéutica. La atención centrada en la persona conlleva responsabilidad y compromiso, y requiere liderazgo de los profesionales implicados, pero siempre con participación del paciente y la familia. En la época actual, en la cual uno de los factores predominantes es la incertidumbre, el ofrecer una orientación integral clara, profesional, humana, que tenga en cuenta no sólo la fragilidad y las necesidades del paciente sino la de todo su entorno, se convierte no sólo en un desafío y una necesidad de primer orden, sino también en una postura ética frente a nuestra práctica profesional.









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