Adultos mayores: ¿Los miedos instaurados en la pandemia llegaron para quedarse?


 



Al inicio de la pandemia surgieron diversos miedos y preocupaciones los cuales se instalaron tanto en la población adulta mayor como en sus familiares, quienes se han visto estrictamente en condiciones de cambiar hábitos de la vida diaria y restringir el contacto físico con las personas más vulnerables del hogar en busca de estrategias que eviten ser un potencial agente de contagio. 

La pandemia ha forzado a los adultos mayores, no solo a interrumpir chequeos médicos y actividades diarias como sus mandados diarios y rutinas, sino también los ha obligado a que muchas actividades que dependían de su total autonomía durante el confinamiento estén en manos de un curador, tutor o familiar por el temor a un peligro inminente fuera de sus hogares y perdiendo así su funcionalidad e independencia para realizar tareas diarias vitales. 

Asimismo, “la percepción del surgimiento de una enfermedad novedosa y altamente contagiosa, donde los adultos mayores empezaron a ser considerados como personas de riesgo, ha despertado diversas preocupaciones, inquietudes, ansiedades, miedos y fobias en esta población” dice Karen Aguiar, Lic. en Psicología. 


¿Qué ha dejado al descubierto la pandemia en este grupo etario?


La consecuencia del aislamiento preventivo y obligatorio ha forzado a los adultos mayores a acceder a la tecnología para obtener sus medicamentos o turnos de emergencia y muchos de ellos han experimentado la frustración de tener que depender de otra persona para realizar actividades como estas que, anteriormente, las podían realizar sin ningún problema. La mayoría de la población mayor son pacientes que presentan una heterogeneidad de patologías crónicas que requieren controles médicos asistenciales frecuentes y que, dada la pandemia, se han visto suspendidas incrementando la sensación de estar sobrepasados, estresados y angustiados. En esta misma línea, la sobrecarga de los medios de información, tales como la TV, la radio y los diarios a los cuales han estado expuestos durante estos últimos meses han aumentado la percepción de vulnerabilidad y fragilidad de sus propios cuerpos frente al peligro inminente de un virus de alta contagiosidad y de evolución dudosa que podría llevarlos a la muerte, el miedo a estar en espacios cerrados como el colectivo, una sala de espera o el miedo a contagiarse. Asimismo, la pandemia ha dejado al descubierto la vulnerabilidad social y económica con los que muchos adultos mayores se encuentran. 


¿Cuáles han sido los temores más frecuentes que se encuentran en la clínica de la población mayor?


Algunos son el miedo al contagio en reuniones familiares, las cuales rechazan, dejando así de asistir a las mismas; el miedo a ver a sus nietos; el miedo al contacto o a la visita de otro adulto mayor, cortando así con el lazo social; y el miedo a asistir a una guardia o visita médica, por el temor que les genera contagiarse de COVID-19 al exponerse a un lugar percibido, hoy en día, como altamente peligroso para ellos. Una de las temáticas más angustiantes durante esta temporada fue la restricción de no poder asistir a eventos importantes como casamientos, bautismos y/o nacimientos de nietos, donde a pesar de que la tecnología ha permitido otro modo de acompañar a sus seres queridos, no ha permitido el contacto físico y social habitual en estos encuentros sociales. 


¿De qué manera pueden intervenir los profesionales de la salud para revertir estos temores?


Admitir y aceptar que estos miedos y preocupaciones han sido alarmantemente angustiantes en nuestra población mayor nos ayuda a comprender, como profesionales de la salud, donde debemos intervenir y diseñar estrategias junto a sus familiares para que, gradualmente, puedan volver a retomar sus actividades diarias. Las necesidades que cada adulto mayor requerirá son individualizadas y deberán siempre ser adecuadas a su grado de funcionamiento actual. Lo importante es saber discernir a qué le teme cada adulto mayor para pensar cómo ayudarlo a que pueda retomar esa actividad. Incrementar la comunicación del adulto mayor con el grupo familiar de apoyo y fortalecer la seguridad que habían perdido en la pandemia, genera emociones positivas en ellos y la percepción de sentirse escuchados, amados y contenidos para retomar, de a poco, sus actividades diarias con total libertad y autonomía. 


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